Al fin, al fin sola, sola en mi soledad.
Solo yo, mi ser, mi espíritu y mi computadora.
Tres lágrimas cayeron, tres bien rápido sacudiendo todo régimen de autoridad, soy humano también.
Intento salir de la esclavitud del pecado, del pensamiento, del miedo; mas no puedo hacerlo, todo es en vano, como siempre ha sido.
Pensar en que el tiempo pueda pasar tan rápido y los acontecimientos llenar tu memoria, una memoria infinita que ni con los sucesos más tristes y trágicos se llena. Esa memoria que me juega cada día un juego nuevo, una nueva vivencia antigua.
Aparentar es mentir y mentir es de cobardes.
Yo no lloro por la tristeza, lloro por la vergüenza, por mi vergüenza, por mis desdichas, por mis logros, por mi pasado, presente y futuro, lloro por los demás, lloro por el que no puede llorar, lloro porque amo llorar; mas odio el llanto, lo desprecio.
Sucesos, sonidos, risas, burlas, malos pensamientos, son los que gobiernan el mundo humano, el mundo más frío y desconsiderado, donde dos más dos puede ser cinco si es que el dinero te alcanza.
Unas cuantas zanjas en tu vida y parece estar todo resuelto, como si dentro de ellas se escondieran los temores y preocupaciones, los problemas y dolores.
Mas no se van, solo se camuflan. Se maquillan de un rojo escarlata, un rojo pasión que esconde dentro de su ser traumas, dolores, anhelos y sueños frustrados.
Al momento de salir a la luz, se vuelven ceniza, polvo oscuro, porque nada fueron, nada valen, nada pesan.
Hablar es involucrar e involucrarse es sufrir, sufrir por algo que no es tuyo, por empatía, por cariño, por deber; mas si ese involucrar no causa ningún fruto, porqué seguir cayendo cada día más si bien está dicho que tu palabra no será oída, bien está dicho que hablas trabalenguas, bien está dicho que la soledad absorbe tus sentidos y destruye por completo tus sentimientos.
Óyeme, escúchame; nadie está solo, todos tenemos a varias personas en quien recaer, en quien apoyarnos, no es necesario cavar para encontrar el oro más preciado, es necesario mirar a tu alrededor y notar el palacio que siempre has habitado.
Solo yo, mi ser, mi espíritu y mi computadora.
Tres lágrimas cayeron, tres bien rápido sacudiendo todo régimen de autoridad, soy humano también.
Intento salir de la esclavitud del pecado, del pensamiento, del miedo; mas no puedo hacerlo, todo es en vano, como siempre ha sido.
Pensar en que el tiempo pueda pasar tan rápido y los acontecimientos llenar tu memoria, una memoria infinita que ni con los sucesos más tristes y trágicos se llena. Esa memoria que me juega cada día un juego nuevo, una nueva vivencia antigua.
Aparentar es mentir y mentir es de cobardes.
Yo no lloro por la tristeza, lloro por la vergüenza, por mi vergüenza, por mis desdichas, por mis logros, por mi pasado, presente y futuro, lloro por los demás, lloro por el que no puede llorar, lloro porque amo llorar; mas odio el llanto, lo desprecio.
Sucesos, sonidos, risas, burlas, malos pensamientos, son los que gobiernan el mundo humano, el mundo más frío y desconsiderado, donde dos más dos puede ser cinco si es que el dinero te alcanza.
Unas cuantas zanjas en tu vida y parece estar todo resuelto, como si dentro de ellas se escondieran los temores y preocupaciones, los problemas y dolores.
Mas no se van, solo se camuflan. Se maquillan de un rojo escarlata, un rojo pasión que esconde dentro de su ser traumas, dolores, anhelos y sueños frustrados.
Al momento de salir a la luz, se vuelven ceniza, polvo oscuro, porque nada fueron, nada valen, nada pesan.
Hablar es involucrar e involucrarse es sufrir, sufrir por algo que no es tuyo, por empatía, por cariño, por deber; mas si ese involucrar no causa ningún fruto, porqué seguir cayendo cada día más si bien está dicho que tu palabra no será oída, bien está dicho que hablas trabalenguas, bien está dicho que la soledad absorbe tus sentidos y destruye por completo tus sentimientos.
Óyeme, escúchame; nadie está solo, todos tenemos a varias personas en quien recaer, en quien apoyarnos, no es necesario cavar para encontrar el oro más preciado, es necesario mirar a tu alrededor y notar el palacio que siempre has habitado.